opinión

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Lo primero que pensé cuando supe que iba a haber una versión nueva de KDE (yo por aquel entonces usaba KDE 3.4) usando las librerías Qt4 pensé: “que bien, la potencia de KDE combinada con las nuevas funcionalidades de Qt4”. Bastantes años ya después sigo esperando un KDE 4 que cumpla con aquel pensamiento.

No sé lo que pasó exactamente, cómo uno de los mejores escritorios que había en el momento llegó a quedarse tan atrás en cuanto a usabilidad. A día de hoy el escritorio de KDE ha cambiado de tal forma que es casi irreconocible con respecto al de KDE 3. Hay numerosos cambios en la forma de interactuar con el escritorio. El nuevo menú de inicio es posiblemente más funcional que el anterior pero no se por que razón siempre acabo más tiempo del necesario con el ratón sobre él con despliegues y repliegues automáticos en momentos en los que no los necesito. El navegador por defecto ahora es Dolphin, todavía no he encontrado una manera sencilla para volver a usar Konqueror por defecto. Con Konqueror era capaz de exprimir toda la potencia de KDE al usar los kio-slaves (pienso que una de las utilidades más potentes de KDE que lo ponen por encima de sus rivales) para acceder a todo tipo de recursos a la vez que, con el emulador de consola, manejaba los archivos manualmente. El panel de control ha aumentado en complejidad aunque los apartados están muy bien delimitados. También aparecen los plasmoides, Phonon, Nepomuk y alguna que otra mejora o tecnología novedosa. Sin embargo lo que más cambia a primera vista es el aspecto del escritorio.

El escritorio es ahora muy transparente, todo está suavizado y hay muchos efectos visuales. Esto, que puede ser muy bonito y llamativo en principio, se convierte en una pesadilla al usar equipos con recursos limitados o máquinas virtuales. Aunque los efectos visuales se pueden desactivar, el escritorio ya no es igual de llamativo y, sinceramente, se pierde un poco el sentido de tanta transparencia. Los nuevos iconos están muy elaborados, también los de los punteros del ratón. En el caso de los punteros del ratón se me ha hecho complicado poder elegir otros alternativos (que no sean solo un trivial cambio de color) que no se maten con el resto del escritorio, de hecho todavía no los he encontrado.

Por último, lo más desesperante de esta nueva versión son los fallos. Sí, aún a estas alturas sigue habiendo fallos que me recuerdan a los que había hace 10 años con las primeras versiones de KDE 2. Paneles que se abren y se cierran en un bucle infinito dependiendo de su posición en la pantalla, despliegues y repliegues automáticos indeseados de algún menú (quizás esto sea una característica en lugar de un fallo), paneles que fallan y desaparecen sin previo aviso. Todos estos fallos son los que hacen que aún no dé el salto a KDE 4 y me mantenga con KDE 3 y planteándome si pasarme a GNOME en un futuro. Los detalles que hacían potentísimo a KDE han quedado diluidos debajo de una maraña de accesorios visuales que hacen que el nuevo KDE parezca un producto de investigación de nuevas tecnologías (no depuradas) en lugar de una herramienta estable y fiable.

Quizás con su inclusión por defecto en la nueva versión de Debian se arreglen algunos de los problemas que le encuentro. En fin, le daré un numero de versión más de margen con la esperanza de no tener que cambiar a otro escritorio.

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Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:

  1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
  2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
  3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
  4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
  5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
  6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
  7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
  8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red, en España ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
  9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
  10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Se ha publicado en multitud de sitios web. Si estás de acuerdo y quieres sumarte a él, difúndelo por Internet.


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Es difícil pregonar las virtudes de Linux cuando uno se encuentra con comportamientos por defecto en las distribuciones del mismo tipo de los que le hicieron abandonar otro conocido sistema operativo. La última actualización de Ubuntu ha resultado en desastre total y la posible pérdida de un usuario.

Normalmente utilizo Linux para trabajar, específicamente Debian. En el fondo, aparte de una opción personal, es una obligación ya que muchos de los programas que uso solo están disponibles para sistemas UNIX y, en algunos casos, solo en Linux. Aún así trabajar habitualmente con un sistema estable que hace lo que quiero y que además tiene todas las ventajas del software libre es un placer. También sé que he dado con una distribución que es perfecta para eso, trabajar sin sorpresas. La famosa estabilidad de Debian en comparación con otras distribuciones y sistemas operativos se convierte en un requisito indispensable cuando se usa en tareas críticas. ¿Quién no recuerda los famosos pantallazos azules de la muerte en el momento menos oportuno? He pasado por muchas de las otras distribuciones de Linux y cada una ha tenido su momento, tienen sus virtudes y sus problemas. He de reconocer que la facilidad de instalación y de uso de Ubuntu junto con el soporte que le da su comunidad la hacen una distribución perfecta para adentrarse en el mundo de Linux. Pero…

Una amiga me pidió que le instalara un Linux porque tenía mucha curiosidad al verme trabajar con Linux y hacer ciertas tareas con facilidad. Me decidí a ayudarle a instalar Ubuntu 9.04. Solo le tuve que ayudar en la parte de las particiones. Pensé que sería una buena opción para empezar ya que es fácil de usar y detecta sin problemas todo el hardware con las opciones por defecto. Y así fue, todo funcionó bien al principio y hubo mucha alegría.

Hace poco apareció la nueva versión de Ubuntu, la versión 9.10. En el dialogo de actualización de la Ubuntu 9.04 aparece un rectángulo bien grande arriba en donde pregunta si se quiere actualizar a la versión 9.10. No sé de quién sería la idea, supongo que pretenden que todos los usuarios “disfruten” de las bondades del nuevo lanzamiento. La cuestión es que mi amiga pulso el botón creyendo que era una actualización normal. El programa se descargo varios cientos de Mb de paquetes y después tuvo al ordenador medio bloqueado (actualizando, claro) durante cerca de una hora. Y, para colmo, al finalizar aparece un cuadro de dialogo diciendo que la actualización no se había realizado correctamente y que el sistema había quedado en estado inestable.

El enfado fue tremendo. Ya sé que en el fondo ella le dio a la opción de actualizar la versión pero, ¿Es necesario que todo el mundo se actualice a la última versión del S.O.? ¿No os recuerda a otro Sistema Operativo? No sé a que viene esa opción de actualizar a la última versión en el cuadro de dialogo principal del gestor de actualizaciones. Al menos no entiendo que no informe sobre que quiere decir eso y las consecuencias que puede tener. Y, lo que es más importante, ¿Tiene esa actualización que fallar estrepitosamente? Me ahorro los comentarios pero creo que llevar a los usuarios de versión en versión y de fallo en fallo es un error que me sigue recordando a los cometidos por otro sistema operativo. También puede que esté equivocado y en realidad no sea un fallo sino una estrategia, al fin y al cabo a otros les ha ido muy bien esa forma de actuar antes.

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